1. Que un día estuviste enamorado. En esa persona que elegiste para compartir tu vida había encantos ciertos, que tu imaginación aún más engrandecía. Y ten por seguro que aquellas bellas cualidades que tanto admirabas en su personalidad no han desaparecido, aunque ahora tu pensamiento enojado no repare en ellas.
Vivíais para complaceros mutuamente; cada uno buscaba para el otro aquello que le iba a ser grato; os ayudabais en todo lo posible. Es cierto, estabais enamorados y sin daros cuenta, arrastrados por la fuerza de vivos sentimientos y sin apenas esfuerzo, os entregasteis al amor en su más cabal sentido: cada uno quería y encontraba el bien para el otro y, de esta forma, todo marchaba de maravilla.
2. ¿Por qué se malgastó el amor? Quizás, porque en un principio vivíais inundados de embriagadoras emociones, pudisteis pensar que siempre sería así, que esa felicidad nunca debería acabar. La fuerza del propio yo se acentuó más de la cuenta, hasta el punto de olvidaros que había un tú, a quien debíais amar, ya no arrastrados por los sentimientos sino por la bondad de unos corazones tiernos y generosos. Debisteis recurrir entonces a esa capacidad para amar en la que os educaron, o al menos alguien os hablaría de ella, como algo fundamental en la vida, para nunca olvidar. Ahí, en esa capacidad entran muchas cosas y no todas fáciles de ser asimiladas: el olvido del yo, el saber perdonar, el comprender, el ponerse en el lugar del otro, el abrir el corazón para que el otro penetre y conozca los más íntimos recodos del alma…
3. A lo mejor cuando surgieron las primeras dificultades acudisteis a los amigos y ¿qué consejos os dieron? Este puede ser un buen momento para hacer una evaluación de ellos. Con la intención de apoyar a la persona amiga se la anima con frecuencia en la autoafirmación de su yo, y de esta forma no se hace otra cosa que promover y acentuar un egoísmo que no facilita la reconciliación, sino al contrario, separa, y separa hasta la total disolución. Vivimos en una sociedad en la que muchas personas creen en la ruptura del matrimonio como la mejor solución para solventar los conflictos de pareja. ¡Que no os engañen! Los problemas pueden eternizarse.
4. ¿Por qué no acudís a un centro de orientación familiar católico? Un centro en el que colaboran, de forma gratuita y desinteresada, profesionales de la psicología dispuestos a ayudaros a reencontrar el verdadero amor. Interactuando en otro contexto, y con una guía, podéis descubrir el origen de los problemas que bloquean la comunicación y practicar nuevas formas de relacionaros.
Primero será necesario evitar todo aquello que irrite o maldisponga al cónyuge; una tarea fácil de llevar a cabo con un mínimo de buena voluntad. Luego, será necesario pensar en las pequeñas cosas capaces, a pesar de su insignificancia, de provocar una sonrisa de agradecida satisfacción. De esta forma, abonando el terreno y quitadas las malas hierbas, surgirá una nueva forma de vida compartida, donde reine la comprensión, el cariño, y en la que una profunda comunicación facilite el conocimiento mutuo.
En una cuestión tan importante como el matrimonio, la precipitación en la toma de decisiones no es aconsejable; la serena reflexión, sí. Aquí en Cáceres, en la calle de General Ezponda, nº 2, os esperamos.