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Pudor y belleza

Ahora que hemos despojado completamente nuestra sociedad de los últimos restos de reglas y códigos de conducta “patriarcales”, muchas chicas están tratando de decirnos que son muy infelices: infelices con sus cuerpos, con la manera en que son tratadas por los hombres… infelices con sus vidas.

Y quizás haya llegado el momento de hacernos esas preguntas que parece que no está permitido hacer: ¿De qué queremos proteger a nuestras hijas? ¿Qué clase de hombres queremos que lleguen a ser nuestros hijos? ¿Por qué da la impresión de que su comportamiento es peor que nunca? ¿Cómo tomamos las decisiones sobre el amor y la vida?

Más allá de la polarización en torno al debate político, este libro ofrece un planteamiento diferente. Wendy Shalit, doctora en filosofía, expone cómo los males que rodean a las chicas modernas son manifestación de una sociedad que ha dejado de respetar el pudor de la mujer.

Sin duda acierta en su evaluación de la presión que sufren las jóvenes hoy en día y su confusión acerca de lo que es normal pensar o sentir y además defiende convincentemente el sentido de la caballerosidad.

Es más, nos encontramos ante un sugerente y original ensayo, muy recomendable por continente y contenido. Escrito de forma directa, amena y apasionada, la autora recurre a revistas femeninas, relatos, ensayos, noticias e incluso a sus propias experiencias para reforzar la idea que quiere transmitir. A continuación ofrecemos un pequeño fragmento:

PUDOR Y BELLEZA

"Queremos que nos devuelvan nuestra dignidad, queremos volver a tener a nuestra disposición el “misterio femenino” y, con él, recuperar la idea del honor masculino. Nuestras madres nos dicen que no deberíamos perder los logros, ganados con tanto esfuerzo, que nos han dejado en herencia, pero nosotras pensamos, ¿qué avances? ¿Acoso sexual, violación a manos de conocidos, trastornos alimentarios, todos esos ligues tan vacíos? ¿O quizá es el gran avance del divorcio el que tienen en la cabeza? Preferimos utilizar como modelo una generación diferente, más romántica.

Cuando mis abuelos eran novios, cada vez que mi abuelo trataba de coger a mi abuela de la mano en el cine, ella se escapaba diciendo que tenía que ir al baño. A veces tenía que ir al baño cinco o seis veces durante una película. (…) Quizá pienses que es una historia un poco dulzona, no pasa nada (…), porque el hecho es que mis abuelos tienen un matrimonio maravilloso. No es el matrimonio que a veces se ve entre personas mayores -ya sabes, la mujer haciendo de policía y controlando lo que puede comer su marido, mientras que su esposo se queja lleno de contrariedad-, sino que todavía es un matrimonio lleno de romanticismo. Viendo la cara radiante de mi abuela cuando habla con su marido, y la ternura con la que él se dirige a ella, se nota que todavía se quieren después de sesenta años. (…)

Quizá el gran amor de mis abuelos tiene su fundamento en el pudor de mi abuela ¿Habrían perseverado juntos a través de momentos difíciles si hubieran vivido juntos durante muchos años antes de casarse? Obviamente, no hay manera de saberlo, pero teniendo en cuenta lo que sabemos de las parejas que viven juntas, parece bastante poco probable. (…) Pero hay que tener en cuenta que es muy difícil separar cómo es mi abuela de cómo es mi abuelo..."