niño_consentido_sobreprotegido

Educación blandita

En 1946, el pediatra Benjamin Spock revolucionó la educación y el cuidado infantil proponiendo a los padres comprensión y flexibilidad, que disfrutaran de sus hijos y que no tuvieran miedo de mostrarles demasiado afecto.

Estos postulados llevaron a muchos padres a estar pendientes de sus hijos de manera excesiva, darles gusto en todo y, por supuesto, no castigarlos para no traumatizarlos.

Sin embargo, podemos señalar que educaciones erróneas como la permisiva o la sobreprotectora pueden hacer del niño un ser vulnerable a cualquier tipo de psicotrauma. Las consecuencias se expresan en unos muy definidos rasgos de carácter, que se manifestarán ya en la infancia, y, junto a ellos, las alteraciones conductuales estarán siempre presentes, tanto en la vida familiar, como profesional y social. Alfred Adler, considerado el primer psiquiatra infantil, clasificó a los niños difíciles en dos tipos: el tipo pasivo (los perezosos, indolentes, tímidos, miedosos, etc.) y el tipo activo (los propensos a reacciones explosivas, crueles, inclinados a las fugas, a los robos, etc.).

Cuando un niño es mimado, de forma que se le concede todo cuanto pide y no se le reprende por nada de lo que hace, mostrará propensión a crecer en una dirección parasitaria. Adler, decía: si la madre se excede en su cariño y atenciones y le acostumbra a un mundo imaginario en el que todo se lo hacen los demás, el niño consentido va a desarrollar un insuficiente sentimiento de comunidad. Tratará siempre de constituirse en el foco de interés, desarrollará tendencias egoístas y supondrá un legítimo derecho a oprimir a cuantos le rodean sin dar nunca nada a cambio. El síndrome de “el emperador” (“el pequeño dictador” o “el niño tirano”) define a niños enormemente egocéntricos, explotadores, mentirosos y manipuladores de las personas de su entorno.

Por otra parte, diversos trastornos psíquicos, especialmente neuróticos, son consecuencia de la especial vulnerabilidad que presenta un niño que ha sido criado sobreprotegido. Dominados por sentimientos de dependencia, en la infancia mostrarán trastornos diversos, como enuresis y pavor nocturno, tos nerviosa, retención de excrementos, tartamudez, etc. Con una imagen del mundo hostil, mostrarán tendencia a batirse en retirada ante cualquier problema. De mayores podrán presentar ideas compulsivas, trastornos de angustia, síndromes depresivos, fobias diversas y manifestaciones psico-somáticas, como dolores nerviosos de cabeza y otras muchas más.

En los muy diversos avatares y pruebas de la vida manifestarán un claro sentimiento de inferioridad que se exteriorizará de diversa forma según el tipo expresado en la niñez y la predisposición de su temperamento. La escolaridad estará definida por la falta de interés hacia el estudio, la perturbación del orden en el aula, las burlas y el desafecto hacia el profesor, que puede llegar hasta la agresión. En la adolescencia, por su baja tolerancia a la frustración, con bastante frecuencia se harán delincuentes y consumidores de drogas. Y si estos rasgos de carácter se van a mantener a lo largo de la vida y en un contexto de normalidad, ¿qué no ocurrirá cuando las grandes adversidades de la vida se presenten? ¿Estarán asimismo capacitados para amar y formar una familia?

Todos esos rasgos son exactamente los contrarios a los que se deben cultivar, de acuerdo con las investigaciones actuales en resiliencia. Si a esto se le suma la ausencia de Dios en la educación, se observa que, en no pocos casos, la conciencia para delimitar el bien del mal no se desarrollará, lo que propicia un quebranto de las dimensiones del hombre como persona.

Incluso el propio Spock, a la vejez, aclaraba que “los hijos no quieren padres blandos, necesitan claridad y alguien que les dirija… Podéis ser a la vez muy firmes como padres y muy agradables como personas», reconociendo que la mejor forma de educar a los niños es inculcarles disciplina, respetarlos y enseñarles valores espirituales.

 

Artículos que te pueden interesar